Posts Tagged: Sartamea

El carretero

El carretero
(o un sueño exótico en tiempos crueles y desencantados)



No muy lejos de la casa de Lucas, en Sartamea, vivían unos chicos extranjeros “en busca de buena suerte”. Lucas fumaba a menudo con ellos. Una tarde de primavera, casi verano, después de cenar, se quedaron delante de la puerta de su bajo cerca del mar, en el barrio de los pescadores y los traficantes. La noche era fresca, las conversaciones se habían esfumado en el anochecer, quedaban frases cortadas y caladas de humo. Se había hablado de proyectos, intenciones.
- Dicen los chinos que delante de los ojos tenemos el pasado, y detrás del culo el futuro; el futuro es transparencia, pura transparencia: un cristal mate, una cortina de agua.
Antes de irse a dormir, Lucas dio una vuelta hasta la playa. Silencio. Oscuridad. Mar. Los pensamientos parecían dilatados, distraídos, se apoyaban suaves en los pasos lentos. En el cielo negro las nubes eran barbas blancas y filósofas, rostros y bustos de algodón a la luz de la luna.
- Vosotras, barbas blancas en el cielo, afirmaciones, gestos de aire, camuflajes, tiovivos de soplos, ¿de dónde venís? ¿Adónde vais?
Aquel que a Lucas le pareció que increpaba, o interpelaba, el murmurar del cielo, a las tres de la noche, era un anciano carretero. Inclinado hacia adelante, apoyado en un bastón, el andar inestable, arrastraba su carreta en la noche sartamina como recién llegado de la luna.
En cambio, no. No venía de la luna. Ante los ojos sorprendidos de Lucas, las nubes dibujaron en el cielo el mapa de una posible ruta, nombres evocativos, antiguos caminos de mercaderes: en primer lugar un barrio de chabolas de Phnom Penh; luego Imfal, Agra, Jammu y Samarcanda; más tarde Bamiyán, Mazar-e Sarif, Herat, Teherán; finalmente Alepo, Esmirna y Estambul.
El carretero llevaba objetos perdidos, signos mudos, de un idioma lejano; los pies sucios de un camino hecho andando y de distancias medidas en metros.
Estaba bien, hizo un gesto para decir que estaba bien. Tenía mil años y a pesar de todo seguía caminando, con pasos pequeños, por esta ciudad extranjera. Los bigotes de gato, la perilla de punta. Lucas estuvo a punto de preguntarle por Marco Polo, Vasco de Gama. Vaya ideas de… marinero. Al fondo, esbelto encima de una columna, Cristóbal Colón señalaba el mar.
[sin]
[fa]
[ra]
O de verdad había venido andando, pensó Lucas, o bien cerca de Bagdad alguien le habría prestado una alfombra voladora o algo por el estilo, diciéndole:
- ¿Adónde va, Señor?
- A Europa, donde mi hijo.
- ¡Hombre! ¡Está lejos esto!
- ¿Y qué más da?
- Bueno, pues tome esto, para su viaje. Se lo presto. A la vuelta me lo devolverá.
El viejo habría sonreído, bajo la luna de Bagdad - porque es famosa la luna de Bagdad -, luego habría cargado la alfombra en su carro y se lo habría agradecido: shukran yasilan.
- ¡Pero no, señor! es la carreta la que tiene que cargar encima de la alfombra, ¡No al revés!
Estos árabes, habría pensado el carretero, son muy amables, pero cabezones como mulas. Entonces, por educación, una antigua educación, el carretero se habría subido a la alfombra con su carreta: sólo unos kilómetros, habría pensado, luego bajo.
Efectivamente luego se había bajado, porque aprender a volar a cierta edad es una impertinencia:
- Yo camino en el suelo, joven hombre, el cielo se lo dejo a la luna y a las nubes barbudas.
Y las nubes, para agradecérselo, le habían indicado el camino para Sartamea.


Text: Lino Graz (cuentos de Sartamea)
Fotos (Letras árabes sin, fa, ra, raíces del campo semántico del "viaje"): Lino Graz
CapGazette 4/2016

Il carrettiere

Il carrettiere
(o un sogno esotico in tempi crudeli e disincantati)



Non molto lontano dalla casa di Lucas, a Sartamea, abitavano dei ragazzi stranieri “in cerca di buona fortuna”. Lucas fumava spesso con loro. Una sera di primavera, quasi estate, dopo cena, si attardarono sulla porta del loro piano terra vicino al mare, nel quartiere dei pescatori e dei trafficanti. La notte era fresca, le chiacchiere erano calate col buio, restavano frasi mozze e boccate di fumo. Si era parlato di progetti, di intenzioni.
- Dicono i cinesi che davanti agli occhi abbiamo il passato, e dietro il culo il futuro; il futuro è trasparenza, pura trasparenza: un vetro smerigliato, una cortina d'acqua.
Prima di dormire Lucas fece due passi fino alla spiaggia. Silenzio. Buio. Mare. I pensieri parevano dilatati, distratti, poggiavano ovattati sui passi lenti. Nel cielo nero le nuvole erano barbe bianche e filosofe, visi e busti di cotone alla luce della luna.
- Voi, barbe bianche in cielo, affermazioni, gesti d'aria, camuffamenti, giostre di sbuffi, da dove venite? Dove andate?
Colui che a Lucas sembrò apostrofare, o interpellare, il borbottare del cielo alle tre di notte era un anziano carrettiere. Inclinato in avanti, poggiato su un bastone, il passo instabile, tremulo, trascinava il suo carretto nella notte sartamina come arrivato dalla luna.
Invece no. Non veniva dalla luna. Davanti agli occhi stupiti di Lucas, le nuvole disegnarono in cielo la mappa di un possibile percorso, nomi evocativi, strade di commerci antichi: prima un quartiere di baracche di Phnom Penh; poi Imphal, Agra, Jammu e Samarcanda; poi ancora Bamiyan, Mazar-i Sharif, Herat, Teheran; infine Aleppo, Smirne e Istanbul.
Il carrettiere portava oggetti smarriti, segni muti, di una lingua ormai lontana; i piedi sporchi di una strada fatta camminando e di distanze misurate in metri.
Stava bene, fece segno che stava bene. Aveva mille anni e tutto sommato ancora camminava, a piccoli passi, in questa città straniera. I baffi irti del gatto, il pizzo a punta. A Lucas venne da chiedergli di Marco Polo, di Vasco da Gama. Che diavolo di idee da… marinaio. Sullo sfondo, slanciato su una colonna, Cristoforo Colombo indicava il mare.
[sin]
[fa]
[ra]
O davvero era venuto a piedi, pensò Lucas, oppure dalle parti di Bagdad qualcuno gli deve aver prestato un tappeto volante o roba del genere, dicendogli:
- Dove andate, signore?
- In Europa, da mio figlio.
- Ma guardi che è lontana!
- Che importa?
- Tenete, allora, per il vostro viaggio. Ve lo presto. Al ritorno, me lo renderete
Il vecchio avrà sicuramente sorriso, sotto la luna di Bagdad - perché è famosa la luna di Bagdad -, poi avrà caricato il tappeto sul suo carretto e ringraziato: shukran jasilan.
- Ma no, signore! È il carretto che dovete caricare sul tappeto, non il contrario!
Questi arabi, aveva certo pensato il carrettiere, sono davvero gentili, ma testardi come muli.
Allora, per educazione, un’antica educazione, il carrettiere sarà salito sul tappeto col suo carretto: giusto per qualche chilometro, avrà pensato, poi scendo.
Poi infatti era sceso, perché imparare a volare a una certa età è un'impertinenza:
- Io cammino per terra, giovane uomo, il cielo lo lascio alla luna e alle nuvole barbute.
E le nuvole barbute, per ringraziarlo, gli avevano indicato la strada per Sartamea.


Text: Lino Graz (racconti di Sartamea)
Foto (Lettere arabe sin, fa, ra, radici del campo semantico del "viaggio"): Lino Graz
CapGazette 4/2016