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Las aventuras de Epicuro 1

Las aventuras de Epicuro

Aquí hay gato encerrado

a Misu, Last, Alfredo, Gelsomina
y los demás gatos que me han aguantado.
A Gaetana - Tani - Vergano,
mi profesora de historia y filosofía en el liceo.

Ningún gato, por ser joven, dude en filosofar,
ni por ser viejo deje de filosofar.
(Epicuro, el gato)


Prólogo

Mi filósofo favorito es mi gato, no por nada se llama Epicuro. Piensa todo el día y no habla nunca. Casi nunca: a veces habla de sus amigos, los gatos del barrio con los cuales da vuelta por los tejados, en los jardines y bajo los coches aparcados. Son todos filósofos como él y tienen nombres estrafalarios: Parménides, Heráclito, Leucipo, Lucrecio, Pitágoras… Sanagustín, Spinoza, Leibniz, y un tal Nietzsche, un tipo de bigotes grandes que se lo pasa bien acechando a los perros.
¿En qué piensa Epicuro cuando no habla, es decir casi siempre? En las cosas. ¿En qué cosas? Un poco de todo: en la comida, naturalmente, en las aventuras de la calle, en los ratones, los perros, las palomas, los loros, las gaviotas, los ovillos de lana, las sombras, las alfombras y los sillones, las cortinas y en muchas más cosa de su vida. Sin embargo, más que nada piensa en las conversaciones con sus amigos, por ejemplo en lo que le dijo Parménides una noche de la semana pasada mientras robaban un pedazo de carne al perro del conserje:
- Pobrecito, estaba atado y sólo podía ladrar y tirar de la cadena como un loco...
- ¿Es esto lo que te dijo Parménides, Epicuro?
- No, esto es un comentario mío sobre la triste vida del perro del conserje.
- El perro es un animal educado, honrado, Epicuro, diferente de tí. Pero ahora dime lo que te dijo Parménides.
- ¿Eres curioso, eh? ¿Qué me das a cambio?
- ¡Interesado!
- Más bien, prudente. Mejor no confiar mucho en los humanos.
- No te hagas tanto el filósofo y dime lo que te dijo Parménides!
- Lata de atún?
- Trato hecho.
- Vale. Esto me dijo Parménides: “Cada noche lo mismo, Epicuro, amigo mío. Nietzsche intentando asustar a los perros y a los cuervos, Sartre y Russell persiguiendo a las gatitas y nosotros aquí robando la carne a este pobre diablo. Todo se repite, con mínimas variaciones sin importancia: el equilibrio entre las fuerzas en juego está garantizado”.
- Un tipo algo triste tu amigo Parménides.
- Él es así. Pero no sabes lo que nos pasó después.
- ¿Qué pasó?
- ¿Qué me das a cambio?
- ¿Otra vez? Pero...
- ¿Mañana salmón?
- Trato hecho.
- Mientras Parménides hablaba, de repente le cayó en la cabeza un chorro de agua, que incluso me salpicó a mí. Tú sabes cuánto odiamos el agua los filósofos: nos escondimos en seguida bajo un coche aparcado.
A pesar del susto, sin embargo, no podía dejar de reírme imitando a mi amigo: nada cambia, querido Parménides, jajaja, el equilibrio entre las fuerzas, jajaja, todas las noches tú hablas y hablas... y Heráclito escupiéndote agua desde el muro… ¡Para de reírte, tú! - Me dijo Parménides - ¡Vaya amigo eres! Aquel maleducado de Heráclito, si lo pillo...

Heráclito es un gato triste y solitario. Está siempre solo con su mala leche, arisco, tramando contra todo el mundo. Un tipo irascible, aguafiestas, gruñon, envidioso…
Sin embargo es un tipo acuático, uno de los pocos filósofos a quien le gusta el agua: cada día se baña un rato en el río y sopla y maldice a cualquiera que pase por la orilla (excepto a Tales, un gato muy viejo y algo loco que dice que el agua es un invento genial, pero del viejo Tales volveremos a hablar):
- ¡Bellaco! ¡Cobarde! ¡Gato de cuatro perras!
Grita Heráclito a los que se acercan al río. Dice que ninguno de nosotros entiende nada (excepto Tales). Afirma, Heráclito, que el río es cada día distinto aunque parezca siempre el mismo y que él mismo, Heráclito, cambia cada día.
De hecho, después de su chapuzón diario tiene algo menos de genio, pero dura poco: al cabo de una hora vuelve a ser el Heráclito de siempre, oso y cuervo, además de gato.
Parménides dice que a Heráclito le haría falta una gata.
Heráclito dice que a Parménides le haría falta una gata.
Tales dice que el agua la inventó él mismo.
Todo esto naturalmente lo sé de forma confidencial de Epicuro, a cambio de las latas de salmón.

¿Pero cuántos son los amigos de Epicuro? Si lo quieres saber exactamente, tienes que preguntárselo a Pitágoras, el gato con tres patas. Conoce todos los números del mundo –es decir del barrio: el número de gatos negros, de gatas hembras, de gorriones, mirlos, dragones y ratones. Si se le pregunta cuántas lagartijas han pasado por tal muro en las últimas tres horas y diez minutos, él lo sabe, con exactitud, sin duda alguna, con precisión centesimal, con milésimas y todo.
Pero no lo dice.
Sus números, exactos como trampas, son efectivamente un secreto accesible a muy pocos iniciados. Pone cara de gato que se lo sabe todo, pero repite siempre y sólo que todos los gatos tienen morro triangular, que todos los picos de los mirlos son triangulares, que todas las colas de los ratones son triangulares, etc etc: una verdadera manía con los triángulos, según él todo el mundo -es decir el barrio- es triangular.
Bueno, como decía antes, mi filósofo favorito es mi gato. Es un gato joven, pero ya reflexiona mucho. Reflexiona tanto que es difícil llamar su atención; uno puede agitar cuerdas, hilos, trozos de papel o pantuflas, pero si Epicuro reflexiona no se entera de nada, aún menos del absurdo frotarse los dedos acompañado por chasquidos de la lengua con que nosotros seres humanos imaginamos llamar a los gatos. Epicuro reflexiona casi siempre y no habla casi nunca, por eso mismo es muy difícil entender si está de buen humor o triste. Hay que saber ver las señales, las pistas.
Hace un tiempo, por ejemplo, durante un violento chaparrón entendí que Epicuro estaba preocupado porque se escondió debajo de la alfombra:
- ¿Piensas, Epicuro?
Le pregunté. Pregunta absurda por un filósofo, aún más siendo gato.
Sin embargo, su respuesta me dejó sin palabras:
- Spinoza ha desaparecido.

¿Quién es Spinoza? Vaya preguntas, ¿no lo has leído arriba? Es uno de los mejores amigos de Epicuro y es el gato más amable y pacífico del barrio. Vive en un jardín de tulipanes y no se mete nunca con nadie, ni siquiera con las moscas. No mea nunca en las plantas, non rasga las alfombras, saluda siempre a todo el mundo, es vegetariano y tan sabio y amable que incluso los ratones le piden consejo. Un día, hasta un abogado se consultó con él. Un abogado jubilado, de acuerdo, uno de los que echan migas de pan a las palomas en los parques, pero seguía siendo un abogado.
Spinoza, el gato con las gafas, es amigo de todos en el barrio y no podía creer que alguien le hiciera daño. Le pedí a Epicuro más explicaciones, pero él me contestó pasándome su diario de los últimos días. ¿Os he comentado que Epicuro escribe un diario donde cuenta sus aventuras?

(continuará...)
Texto: Lino Graz
Ilustración: Albert Àlvarez
CapGazette 7/2015