Parece “Sangre y arena”. La pobre Carla, afectada por el espectáculo, se pone muy pálida, está a punto de marearse. Una señora que nota su sufrimiento, le ofrece en seguida un chupito de licor de anís, un verdadero sanalotodo.
No hay problema, todo va bien Carla, excepto el dolor de cabeza, claro.
Ya de regreso en Génova, busco a mi amigo para devolverle el asiento y lo encuentro preocupado.
- ¿Qué te pasa? – Le pregunto.
- Nino, ¿no has encontrado nada debajo del asiento que te dejé?
- ¿Debajo del asiento? – contesto.
- Sí, dentro del bolsillo del asiento.
- No, ¿qué había?
Voy, lo miro y ¡encuentro el permiso de circulación de su 600!
El pobre hombre estaba esperando con ansiedad que regresáramos para volver a usar su coche. En aquellos años, habría sido demasiado arriesgado circular sin documentación: si lo hubieran pillado, ¿qué policía se creería nuestra historia de intercambio de asientos?”.
Esto es, más o menos, lo que nos ha contado Nino Sanna, una noche de verano en un pueblo de montaña.
Aquellos fabulosos años 60, para nosotros, irremediablemente, en blanco y negro.